sábado, 17 de agosto de 2013

EL POZO DEL LEON. Cuento Sufi de Rumi.

Los animales vivían todos con el temor del león. Las grandes selvas y las vastas praderas les parecían demasiado pequeñas. Se pusieron de acuerdo y fueron a visitar al león. Le dijeron:
"Deja de perseguirnos. Cada día, uno de nosotros se sacrificará para servirte de alimento. Así, la hierba que comemos y el agua que bebemos no tendrán ya este amargor que les encontramos."


El león respondió:


"Si eso no es una astucia vuestra y cumplís esta promesa, entonces estoy perfectamente de acuerdo. Conozco demasiado las triquiñuelas de los hombres y el profeta dijo: "El fiel no repite dos veces el mismo error"."


"¡Oh, sabio! -dijeron los animales-, es inútil querer protegerse contra el destino. No saques tus garras contra él. ¡Ten paciencia y sométete a las decisiones de Dios para que El te proteja!"


"Lo que decís es justo -dijo el león-, pero más vale actuar que tener paciencia, pues el profeta dijo: "Es preferible que uno ate su camello!""


Los animales:


"Las criaturas trabajan para el carnicero. No hay nada mejor que la sumisión. Mira el niño de pecho; para él, sus pies y sus manos no existen pues son los hombros de su padre los que lo sostienen. Pero cuando crece, es el vigor de sus pies el que lo obliga a tomarse el trabajo de caminar."


-Es verdad, reconoció el león, pero ¿por qué cojear cuando tenemos pies? Si el dueño de la casa tiende el hacha a su servidor, éste comprende lo que debe hacer. Del mismo modo, Dios nos ha provisto de manos y de pies. Someterse antes de llegar a su lado, me parece una mala cosa. Pues dormir no aprovecha sino a la sombra de un árbol frutal. Así el viento hace caer la fruta necesaria. Dormir en medio de un camino por el que pasan bandidos es peligroso. La paciencia no tiene valor sino una vez que se ha sembrado la semilla."


Los animales respondieron:


"Desde toda la eternidad, miles de hombres fracasan en sus empresas, pues, si una cosa no se decide en la eternidad, no puede realizarse. Ninguna precaución resulta útil si Dios no ha dado su consentimiento. Trabajar y adquirir bienes no debe ser una preocupación para las criaturas."


Así, cada una de las partes desarrolló sus ideas por medio de muchos argumentos pero, finalmente, el zorro, la gacela, el conejo y el chacal lograron convencer al león.


Así pues, un animal se presentaba al león cada día y éste no tenía que preocuparse ya por la caza. Los animales respetaban su compromiso sin que fuese necesario obligarlos.


Cuando llegó el turno al conejo, éste se puso a lamentarse. Los demás animales le dijeron:


"Todos los demás han cumplido su palabra. A ti te toca. Ve lo más aprisa posible junto al león y no intentes trucos con él."


El conejo les dijo:


"¡Oh, ámigos míos! Dadme un poco de tiempo para que mis artimañas os liberen de ese yugo. Eso saldréis ganando, vosotros y vuestros hijos."


-Dinos cuál es tu idea, dijeron los animales.


-Es una triquiñuela, dijo el conejo: cuando se habla ante un espejo, el vaho empaña la imagen."


Así que el conejo no se apresuró a ir al encuentro del león. Durante ese tiempo, el león rugía, lleno de impaciencia y de cólera. Se decía:


"¡Me han engañado con sus promesas! Por haberlos escuchado, me veo en camino de la ruina. Heme aquí herido por una espada de madera. Pero, a partir de hoy, ya no los escucharé."


Al caer la noche, el conejo fue a casa del león. Cuando lo vio llegar, el león, dominado por la cólera, era como una bola de fuego. Sin mostrar temor, el conejo se acercó a él, con gesto amargado y contrariado. Pues unas maneras tímidas hacen sospechar culpabilidad. El león le dijo:


"Yo he abatido a bueyes y a elefantes. ¿Cómo es que un conejo se atreve a provocarme?"


El conejo le dijo:


"Permíteme que te explique: he tenido muchas dificultades para llegar hasta aquí. Había salido incluso con un amigo. Pero, en el camino, hemos sido perseguidos por otro león. Nosotros le dijimos: "Somos servidores de un sultán " Pero él rugió: "¿Quién es ese sultán? ¿Es que hay otro sultán que no sea yo?" Le suplicamos mucho tiempo y, finalmente, se quedó con mi amigo, que era más hermoso y más gordo que yo. De modo que otro león se ha atravesado en nuestros acuerdos. Si deseas que mantengamos nuestras promesas, tienes que despejar el camino y destruir a este enemigo, pues no te tiene ningún temor."


-¿Dónde está? dijo el león. ¡Vamos, muéstrame el camino!"


El conejo condujo al león hacia un pozo que había encontrado antes. Cuando llegaron al borde del pozo, el conejo se quedó atrás. El león le dijo:


"¿Por qué te detienes? ¡Pasa delante!"


"Tengo miedo, dijo el conejo. ¡Mira qué pálida se ha puesto mi cara!"


-¿De qué tienes miedo?" preguntó el león.


El conejo respondió:


"¡En ese pozo vive el otro león!"


-Adelántate, dijo el león. ¡Echa una ojeada sólo para verificar si está ahí!


-Nunca me atreveré, dijo el conejo, si no estoy protegido por tus brazos."


El león sujetó al conejo contra él y miró al pozo. Vio su reflejo y el del conejo. Tomando este reflejo por otro león y otro conejo, dejó al conejo a un lado y se tiró al pozo.


Esta es la suerte de los que escuchan las palabras de sus enemigos. El león tomó su reflejo por un enemigo y desenvainó contra sí mismo la espada de la muerte.
 
 
 

Ibn Arabi de Murcia a Damasco


Por: Paco Nadal


Ibn Arabí, místico islámico, filósofo y poeta nacido en Murcia en 1165. Uno de los grandes sabios murcianos y españoles de todos los tiempos.

Ibn Arabí fue además de sabio, un increíble viajero y su currículo de desplazamientos deja en mantillas al de cualquier turista moderno.

En una época en la que viajar significaba jugarse la vida, Ibn Arabí recorrió a pie más de 30.000 kilómetros por Oriente y Occidente con un único propósito: conocer a sabios y maestros e intercambiar conocimientos con ellos. Toda una lección del viaje como fuente de saber y de conocimiento.

En 1193 caminó desde Sevilla a Túnez solo para conocer a uno de sus maestros. Como él mismo cuenta en su libro autobiográfico Ruh al-quds, se necesitaban tres meses para llegar a Túnez en caravana. Luego paso tres años viajando entre Sevilla y Fez.

En 1200 fue hasta Marraquech. Y de allí, en un viaje que duró otros dos años, hasta La Meca. Pasó los 18 siguientes años viajando por todo Oriente Medio: Bagdad, El Cairo, Alepo, Mosul, Konia, otra vez La Meca, de nuevo a Bagdad, seis años en Malatya (Anatolia), otra vez El Cairo hasta que por fin, en 1223, se estableció en Damasco, donde murió en 1240 a la edad de 75 años.

Durante los viajes no paraba meditar y de escribir. Se le reconocen más de 350 libros, que le convirtieron en uno de los genios del sufismo y de la historia de la espiritualidad.


Suya es esta frase, tan vigente en el siglo XII como en el actual: “Reconocer y aceptar hasta sus últimas consecuencias la energía del corazón. Seguir su huella. El movimiento, el viaje, es inherente a todo lo vivo”.
 
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Rumi, de Balj a Damasco



Vida


Yalal ad-din Rumi nació en la ciudad de Balj, Afganistán, en 1207. Alrededor del año 1220, cuando Rumi tenía doce años, su familia dejó las provincias orientales de Persia con un grupo de discípulos y viajó hacia el oeste a causa de las invasiones del imperio mongol. Durante esta peregrinación conoció lugares como Jorasán, Bagdad, La Meca, Medina, Jerusalén, Alepo y Damasco, llegando a conocer a muchos de los eruditos y sufíes de la época.

Entre los encuentros con estos eruditos, se cuenta que en la ciudad de Nayshapur conoció al renombrado poeta persa sufí Farid al-din Attar quien le renombró como Yalal ad-Din. Al parecer el Jeque Attar quedó muy impresionado por el joven Rumi, y le dijo a su padre luego de regalarle una copia de su "Asrar Nameh" (Libro de los secretos): "Pronto este hijo tuyo hará arder a los aspirantes espirituales de este mundo".

Hacia el año 1230 y probablemente por una invitación de Kaikubad I, el gran juez de Anatolia, el padre de Rumi, Baha'uddin Walad, tomó rumbo a Asia Menor y se instaló en Konya, Turquía, una ciudad relacionada con su familia hasta el día de hoy. Baha'uddin Walad y su familia fue bienvenida y recibida afectuosamente en Konya, lugar que acogía en esos momento a muchos inmigrantes provenientes de las ciudades orientales de Persia, dado que Anatolia representaba un refugio tranquilo en el Mundo Islámico durante los turbulentos años de la invasión mongólica. Baha'uddin Walad adquirió fama rápidamente como un erudito religioso y sufí, llegando a ser el autor del "Ma'arif", obra maestra del sufismo. Murió con honor cuando Rumi tenía 24 años de edad.

Para ese entonces Rumi, casado y con su primer hijo (el que sería Sultan Veled), ya había comenzado su acercamiento y contacto con la espiritualidad gracias a la instrucción comenzada por su progenitor y continuada bajo la tutela de Sayyid Burjanedín de Balkh, amigo cercano de su padre, quien lo iniciaría en los misterios del Sufismo.

El primer contacto que toma Rumi con Sayyid es interesante: Sayyid al momento de la muerte de su amigo, el padre de Rumi, se encontraba en Balj (Jorasán), y comprendió que debía ir a Konya para asumir la educación espiritual de Yalal ad-din (Rumi). Alrededor de un año después Sayyid se encuentra con Rumi y durante nueve años le instruye en la "ciencia de los profetas y los estados". Esta instrucción comenzó con un retiro estricto de cuarenta días continuando con varias disciplinas de meditación y ayuno.

Con el tiempo, Rumi creció en el conocimiento y la ciencia de Dios. En uno de sus encuentros con Sayyid, quien sintió que había cumplido su cometido respecto a Rumi, éste le dijo: “Ya estás preparado, hijo mío. No tienes igual en ninguna de las ramas del aprendizaje. Te has convertido en un león del conocimiento. Yo también soy un león y no es necesario que los dos estemos acá, por eso quiero marcharme. Más aún, un gran amigo vendrá a ti y serán cada uno el espejo del otro. Él te guiará hacia las partes más profundas del mundo espiritual, y tú le guiarás a él. Cada uno de ustedes complementará al otro, y serán los mejores amigos del mundo entero.” Y así fue como Sayyid anunció la llegada de Shams-e-Tabrizi, el evento central de la vida de Rumi. Sayyid, luego de este encuentro, quiso vivir el resto de sus años en aislamiento.

Rumi, ya convertido en maestro, tanto en las ciencias del Shari como del Sufismo, estableció un círculo alrededor de Konya, en algún momento entre 1240 a 1244, centrándose en la enseñanza, la meditación, ayudando a los pobres y en actividades de aprendizaje. Se cuenta que era un profesor muy popular, y que no menos de cuatrocientos estudiantes asistían a sus clases.

En 1244 y a la edad de treinta y siete años, Rumi conoció al errante espiritual llamado Shams-e-Tabrizi, que había llegado a Konya ese año después de permanecer un corto lapso en Bagdad. Shams era un sufí misterioso y poderoso; incluso su muerte no ha sido resuelta aún, y tiene tumbas que se han convertido en puntos de peregrinación hasta el día de hoy.

El encuentro de Rumi con Shams puede compararse con el encuentro de Abraham con Melquisedec. La siguiente explicación se la debo a Murat Yagan: “Un Melquisedec y un Shams son mensajeros de la Fuente. No hacen nada por sí mismos, sino que traen iluminación a alguien que puede recibirla, alguien que está muy completo o muy vacío. Mawlana era uno que estaba muy completo. Luego de recibirla pudo aplicar este mensaje para beneficio de la humanidad.”

Este encuentro marca el punto de inflexión en la vida de Rumi, quien hasta ese entonces había sido un profesor de religión eminente y un místico elevado para convertirse en un poeta extático y gran amante de la humanidad.

El primer poema escrito por Rumi está en una carta para Shams, y de la época de su encuentro hasta la muerte de Rumi, Shams nunca dejó de componer poesías. La amistad afectiva y espiritual entre estas dos figuras altísimas es infrecuente en la historia del Sufismo y se hizo proverbial en Oriente.

El hecho de que Rumi pasara todo el día con Shams, generó un creciente sentimiendo de celos en sus discípulos y por el acoso de éstos Shams debió dejar Konya. Rumi se angustió tanto por este alejamiento que le escribió numerosas cartas y mensajes que contenían poemas en persa y árabe.

Ven y visita mi casa por algún tiempo

Que la luz del Amor puede brillar

Desde Konya a Samarcanda

Y Bojará por algún tiempo...

Finalmente pudo encontrarle y convencerle de su regreso, ambas acciones llevadas a buen puerto gracias a la intervención de su propio hijo el Sultán Veled.

La segunda desaparición de Shams, sin embargo, resultó ser la última. Durante la noche del 5 de diciembre de 1248, mientras Rumi y Shams estaban charlando, Shams fue llamado a la puerta. Ésa fue la última vez que Rumi le vería. Se piensa que fue asesinado por discípulos resentidos por su influencia sobre su maestro. El misterio de su ausencia envolvió el mundo de Rumi y lo buscó viajando durante dos años, incluso a lugares tan lejanos como Damasco. Pero todos sus intentos fueron en vano y fue allí que escribió:

¿Por qué debo buscarlo? Soy el mismo, soy como él.

Su esencia habla a través de mí.

¡Me he estado buscando!

Si bien Rumi era un hombre de Conocimiento y Santidad, la profecía de Sayyid se cumpliría luego de su encuentro con Shams en el sentido de que él "ahogaría las almas de los hombres en una vida nueva y en la abundancia inconmensurable de Dios… y traería de nuevo a la vida a los muertos de este falso mundo aportando… significado y amor."

Rumi regresó a Konya, empezó su instrucción abierta del Sufismo y creó la danza espiritual de los derviches giróvagos, por la que la orden Mevleví ha sido famosa durante los siguientes siglos.

Para ese entonces, Rumi había desarrollado una profunda amistad espiritual con Husamedín Chelebi. En uno de sus paseos por los viñedos de Meran, en la afueras de Konya, Husamedín le explicó una idea que tenía: "Si escribieras un libro como el Ilahiname de Sanaí, o como el Mantiq’iut-Tayr’i de Faridudín Attar, éste se convertiría en la compañía de muchos trovadores. Ellos llenarían sus corazones con tu trabajo y compondrían música para acompañarlo."

Rumi sonrió y extrajo del interior de los pliegues de su turbante, un trozo de papel en el que había escrito las famosas dieciocho líneas iniciales de lo que sería luego el Masnavi:

Escucha el ney, y la historia que cuenta,

como canta acerca de la separación...

Al escuchar esto, Husamedín lloró de alegría y le rogó a Rumi que escribiera más volúmenes. Rumi le respondió con un pedido: "Chelebi, si tú consientes en escribir para mi, yo recitaré". Y fue así como Rumi, a sus cincuenta años, inició el dictado de su monumental obra, el Masnavi. Husamedín describió el proceso diciendo: "Él nunca tomó una pluma en su mano mientras componía el Masnavi. Dondequiera que estuviese, ya sea en la escuela, en los baños termales del Ilgin, en los baños de Konya, o en los viñedos de Meran, yo escribía lo que él recitaba. A menudo apenas podía seguirle el paso, a veces día y noche durante varios días. Otras veces no componía durante meses, y una vez estuvo dos años sin producir nada. Al término de cada libro, yo se lo leía de vuelta, de modo que pudiera corregir lo que había escrito."







Museo de Rumi en Konya, Turquía.

En diciembre del año 1273, Yalal al-Din cayó enfermo. Sabía que el momento del encuentro con el Amado estaba cercano, un momento que para él era uno de los más felices de su vida. Pronosticó su propia muerte y escribió el conocido "Ghazal", que empieza con la estrofa:

¿Cómo sabes qué clase de rey tengo dentro de mí como compañero?

No pruebes una mirada sobre mi dorado rostro, porque tengo piernas de hierro.

Rumi falleció el 17 de diciembre de 1273, en paz y rodeado por su progenie espiritual, que incluía también a su familia más cercana. El reconocido maestro sufi, Sadr Qunyawi, fue el encargado de las plegarias ante el cuerpo y los restos terrenales de Rumi, uno de los maestros sufís más grandes de la historia y el poeta sufi y persa más reconocido en el mundo. Su tumba en Konya es hasta el día de hoy uno de los lugares más importantes de peregrinación del mundo islámico, una segunda Ka'ba para los sufíes y el centro espiritual de Turquía.
Sus enseñanzas

El tema general de sus pensamientos, así como los de otros escritores sufíes, está esencialmente enfocada sobre el concepto de Tawheed (unidad) y la unión con su Amado (la fuente principal) de donde hemos sido cortados y del constante lamento por esta separación y su constante deseo de volver al "cañaveral" (la unidad):







Mujer tocando el ney o flauta de caña. Pintura del Palacio Hasht-Behesht en Isfahán, Irán, 1669.

Escucha el ney, y la historia que cuenta,

como canta acerca de la separación:

Desde que me cortaron del cañaveral,

mi lamento ha hecho llorar a hombres y mujeres.

Deseo hallar un corazón desgarrado por la separación,

para hablarle del dolor del anhelo.

Todo el que se ha alejado de su origen,

añora el instante de la unión.

[...]

Cuando la rosa se haya ido y el jardín esté marchito,

no podrás escuchar más la canción del ruiseñor.

El Amado lo es todo; el amante apenas un velo.

El Amado está viviendo; el amante es una cosa muerta.

Ama las voluntades de lo que traen estas palabras.

[...]

Le pregunté al ney (flauta de caña):

¿de qué te lamentas?

¿cómo puedes gemir sin poseer lengua?

El ney respondió:

Me han separado del cañaveral

y ya no puedo vivir sin gemir y lamentarme

El "Masnavi" entreteje fábulas, escenas de la vida cotidiana, revelaciones Coránicas y exégesis y temas metafísicos, formando un extenso e intrincado tapiz. Rumi se considera un ejemplo de un "ensaneh kaamel" -el humano perfeccionado o completo-. Él dijo de sí mismo "no soy un profeta, pero seguramente he traído unas Escrituras". Rumi creyó apasionadamente en el uso de la música, la poesía y el baile como medio de búsqueda para alcanzar a Dios. Para Rumi, la música ayuda a los devotos a centrar su ser en lo divino, y a hacer esto tan intenso que el alma se destruya y resucite. Fue ésta la idea que en la práctica desarrollaron los Derviches Giróvagos en una forma ritual. Él fundó la orden del Mevleví, y creó el "Sema", una danza sagrada. En la tradición de la orden Mevleví, la Sema representa un viaje místico de desarrollo espiritual, permitiendo el perfeccionamiento de la mente y el amor. En este viaje el buscador da vueltas simbólicamente hacia la verdad, crece con amor, abandona el ego, encuentra la verdad, y llega a la "Perfección"; luego regresa de este viaje espiritual con mayor madurez, para amar y estar al servicio del conjunto de la creación, sin discriminación hacia las creencias, razas, clases y naciones.

Según Shahram Shiva, una de las razones del renombre de Rumi es que "Rumi puede verbalizar el altamente personal y a menudo confuso mundo del crecimiento personal/espiritual y místico de una manera muy concisa y directa. Él no ofende a nadie e incluye a todos en sus textos. El mundo de Rumi no es ni exclusivamente el mundo de un sufí, ni el mundo de un hindú, ni un judío, ni un cristiano; es el estado más alto de un ser humano, un ser humano completamente desarrollado, no encasillado por limitaciones culturales; él toca a cada uno de nosotros.

Ven, ven, quienquiera que seas;

Seas infiel, idólatra o pagano, ven

Este no es un lugar de desesperación

Incluso si has roto tus votos cientos de veces, aún ven!

Los poemas de Rumi se pueden oír hoy en las iglesias, sinagogas, monasterios de Zen, así como en los escenarios del arte y de la música en Nueva York. Según el profesor Majid M. Naini, la vida y la transformación de Rumi proporcionan el testimonio y la prueba verdadera de que las gentes de todas las religiones y procedencias puede vivir juntas en paz y armonía. Las visiones, las palabras, y la vida de Rumi enseñan cómo alcanzar la paz y felicidad interna, para poder, finalmente, parar la corriente continua de la hostilidad y el odio y alcanzar la paz y armonía globales verdaderas.

¿Qué puedo hacer, oh musulmanes?, pues no me reconozoo a mí mismo.

No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.

No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.

No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.

No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.

No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.

No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.

No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.

No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.

No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni de Rizwán.

Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.

No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.

He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;

Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.

Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida;

no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana.
Principales obras







Página de un manuscrito de la obra de Mevlana (Rumi) "Diwan-e Shams-e Tabriz-i", datado en 1503.

La poesía de Rumi se divide a menudo en varias categorías: los quatrains (rubaiyat) y ghazals (odas) del Diván, los seis libros del Masnavi, los Discursos, las Cartas, y los seis sermones casi desconocidos.

El trabajo más importante de Rumi es el Masnavi-ye Manavi (coplas espirituales), reunidas en seis volúmenes, considerada por muchos sufíes como en segundo lugar en importancia tras el Corán. De hecho al Masnavi a menudo se lo llama el "Qur'an-e Parsi" (el Corán persa). Es considerada por muchos como uno de los trabajos más grandes de la poesía mística.

El otro trabajo importante de Rumi es el Diwan-e Shams-e Tabriz-i (El Trabajo de Shams de Tabriz - nombrada en honor a su gran amigo e inspirador, el derviche Shams), compuesta de unos 40.000 versos. Varias razones se han ofrecido explicando la decisión de Rumi de nombrar su obra maestra después de su encuentros con Shams. Algunos discuten que puesto que Rumi no habría sido poeta sin Shams, fue apropiado que la colección fuera titulada con el nombre de él. Otros han sugerido que al final, Rumi se convirtió en Shams, por lo tanto la colección es en verdad de Shams hablando a través de Rumi. Ambos trabajos están entre los más importantes de toda la literatura persa.

Por su parte el "Fihi Ma Fih" (En lo que hay en ello) se compone de los discursos de Rumi sobre diversos temas. Rumi no preparó ni escribió estos discursos. Fueron registrados por su hijo, el sultán Veled o algún otro discípulo de Rumi y recopilados en forma de libro. Algunos de los discursos están destinados a Muin al-Din Parvane. Algunas partes del libro son también comentarios del Masnavi.

Majalis-i Sab'a (Siete Sesiones) contiene siete sermones dados en siete asambleas. Estos sermones fueron dados a petición de personas notables, especialmente al-Dinar Zarqubi de Salah.
Su legado
La Orden Mevlevi

La Orden Mevleví o de los Derviches Giróvagos es una orden derviche (tariqa) de Turquía, fundada por los discípulos de este gran maestro y poeta sufí. La sede de la orden se halla en Konya (Turquía). Los mevlevíes (de la voz árabe maulana, mevlana en turco, "nuestro maestro", sobrenombre de ar-Rumí), alcanzan el éxtasis místico (uaÿd) en virtud de la danza (samá’), símbolo del baile de los planetas. Los derviches (del persa darwish: "visitador de puertas") mevlevíes giran sobre sí mismo hasta conseguir el éxtasis. La danza es acompañada de flautas, atabales, tamboriles, esa especie de violines llamados kamanché, y laudes de mástil largo como el saz turco.
 
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lunes, 12 de agosto de 2013

LA CALDERA DE ESTE MUNDO. Cuento Sufi de Rumi.

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Los deseos de este mundo son como una caldera y los temores de aquí abajo son como un baño. Los hombres piadosos viven por encima de la caldera en la indigencia y en la alegría. Los ricos son los que aportan excrementos para alimentar el fuego de la caldera, de modo que el baño esté bien caliente. Dios les ha dado la avidez.

Pero abandona tú la caldera y entra en el baño. Se reconoce a los del baño por su cara, que es pura. Pero el polvo, el humo y la suciedad son los signos de los que prefieren la caldera.

Si allí no ves suficientemente bien como para reconocerlos por su rostro, reconócelos por el olor. Los que trabajan en la caldera se dicen: "Hoy, he traído veinte sacos de boñiga de vaca para alimentar la caldera."

Estos excrementos alimentan un fuego destinado al hombre puro y el oro es como esos excrementos.

El que pasa su vida en la caldera no conoce el olor del almizcle. Y si, por azar, lo percibe, se pone enfermo.
 
 

LA HERMOSA SIRVIENTA. Cuento Sufi de Rumi.


 

  Érase una vez un sultán, dueño de la fe y del mundo. Habiendo salido de caza, se alejó de su palacio y, en su camino, se cruzó con una joven esclava. En un instante él mismo se convirtió en esclavo. Compró a aquella sirvienta y la condujo a su palacio para decorar su dormitorio con aquella belleza. Pero, enseguida, la sirvienta cayó enferma.

  ¡Siempre pasa lo mismo! Se encuentra la cántara, pero no hay agua. Y cuando se encuentra agua, ¡la cántara está rota! Cuando se encuentra un asno, es imposible encontrar una silla. Cuando por fin se encuentra la silla, el asno ha sido devorado por el lobo.

  El sultán reunió a todos sus médicos y les dijo:

  "Estoy triste, sólo ella podrá poner remedio a mi pena. Aquel de vosotros que logre curar al alma de mi alma, podrá participar de mis tesoros."

  Los médicos le respondieron:

  "Te prometemos hacer lo necesario. Cada uno de nosotros es como el Mesías de este mundo. Conocemos el bálsamo que conviene a las heridas del corazón."

  Al decir esto, los médicos habían menospreciado la voluntad divina. Pues olvidar decir "¡Insh Allah!" hace al hombre impotente. Los médicos ensayaron numerosas terapias, pero ninguna fue eficaz. La hermosa sirvienta se desmejoraba cada día un poco más y las lágrimas del sultán se transformaban en arroyo.

  Todos los remedios ensayados daban el resultado inverso del efecto previsto. El sultán, al comprobar la impotencia de sus médicos, se trasladó a la mezquita. Se prosternó ante el Mihrab e inundó el suelo con sus lágrimas. Dio gracias a Dios y le dijo:

  "Tú has atendido siempre a mis necesidades y yo he cometido el error de dirigirme a alguien distinto a ti. ¡Perdóname!"

  Esta sincera plegaria hizo desbordarse el océano de los favores divinos, y el sultán, con los ojos llenos de lágrimas, cayó en un profundo sueño. En su sueño, vio a un anciano que le decía:

  "¡Oh, sultán! ¡Tus ruegos han sido escuchados! Mañana recibirás la visita de un extranjero. Es un hombre justo y digno de confianza. Es también un buen médico. Hay sabiduría en sus remedios y su sabiduría procede del poder de Dios."

  Al despertar, el sultán se sintió colmado de alegría y se instaló en su ventana para esperar el momento en el que se realizaría su sueño. Pronto vio llegar a un hombre deslumbrante como el sol en la sombra.

  Era, desde luego, el rostro con el que había soñado. Acogió al extranjero como a un visir y dos océanos de amor se reunieron. El anfitrión y su huésped se hicieron amigos y el sultán dijo:

  "Mi verdadera amada eras tú y no esta sirvienta. En este bajo mundo, hay que acometer una empresa para que se realice otra. ¡Soy tu servidor!"

  Se abrazaron y el sultán añadió:

  "¡La belleza de tu rostro es una respuesta a cualquier pregunta!"

  Mientras le contaba su historia, acompañó al sabio anciano junto a la sirvienta enferma. El anciano observó su tez, le tomó el pulso y descubrió todos los síntomas de la enfermedad. Después, dijo:

  "Los médicos que te han cuidado no han hecho sino agravar tu estado, pues no han estudiado tu corazón."

  No tardó en descubrir la causa de la enfermedad, pero no dijo una palabra de ella. Los males del corazón son tan evidentes como los de la vesícula. Cuando la leña arde, se percibe. Y nuestro médico comprendió rápidamente que no era el cuerpo de la sirvienta el afectado, sino su corazón.

  Pero, cualquiera que sea el medio por el cual se intenta describir el estado de un enamorado, se encuentra uno tan desprovisto de palabras como si fuera mudo. ¡Sí! Nuestra lengua es muy hábil en hacer comentarios, pero el amor sin comentarios es aún más hermoso. En su ambición por describir el amor la razón se encuentra como un asno tendido cuan largo es sobre el lodo. Pues el testigo del sol es el mismo sol.

  El sabio anciano pidió al sultán que hiciera salir a todos los ocupantes del palacio, extraños o amigos.

  "Quiero, dijo, que nadie pueda escuchar a las puertas, pues tengo unas preguntas que hacer a la enferma."

  La sirvienta y el anciano se quedaron, pues, solos en el palacio del sultán. El anciano empezó entonces a interrogarla con mucha dulzura:

  "¿De dónde vienes? Tú no debes ignorar que cada región tiene métodos curativos propios. ¿Te quedan parientes en tu país? ¿Vecinos? ¿Gente a la que amas?"

  Y, mientras le hacía preguntas sobre su pasado, seguía tomándole el pulso.

  Si alguien se ha clavado una espina en el pie lo apoya en su rodilla e intenta sacársela por todos los medios. Si una espina en el pie causa tanto sufrimiento, ¡qué decir de una espina en el corazón! Si llega a clavarse una espina bajo la cola de un asno, éste se pone a rebuznar creyendo que sus voces van a quitarle la espina, cuando lo que hace falta es un hombre inteligente que lo alivie.

  Así nuestro competente médico prestaba gran atención al pulso de la enferma en cada una de las preguntas que le hacía. Le preguntó cuáles eran las ciudades en las que había estado al dejar su país, cuáles eran las personas con quienes vivía y comía. El pulso permaneció invariable hasta el momento en que mencionó la ciudad de Samarkanda. Comprobó una repentina aceleración. Las mejillas de la enferma, que hasta entonces eran muy pálidas, empezaron a ruborizarse. La sirvienta le reveló entonces que la causa de sus tormentos era un joyero de Samarkanda que vivía en su barrio cuando ella había estado en aquella ciudad.

  El médico le dijo entonces:

  "No te inquietes más, he comprendido la razón de tu enfermedad y tengo lo que necesitas para curarte. ¡Que tu corazón enfermo recobre la alegría! Pero no reveles a nadie tu secreto, ni siquiera al sultán."

  Después fue a reunirse con el sultán, le expuso la situación y le dijo:

  "Es preciso que hagamos venir a esa persona, que la invites personalmente. No hay duda de que estará encantado con tal invitación, sobre todo si le envías como regalo unos vestidos adornados con oro y plata."

  El sultán se apresuró a enviar a algunos de sus servidores como mensajeros ante el joyero de Samarkanda. Cuando llegaron a su destino, fueron a ver al joyero y le dijeron:

  "¡Oh, hombre de talento! ¡Tu nombre es célebre en todas partes! Y nuestro sultán desea confiarte el puesto de joyero de su palacio. Te envía unos vestidos, oro y plata. Si vienes, serás su protegido."

  A la vista de los presentes que se le hacían, el joyero, sin sombra de duda, tomó el camino del palacio con el corazón henchido de gozo. Dejó su país, abandonando a sus hijos, y a su familia, soñando con riquezas. Pero el ángel de la muerte le decía al oído:

  "¡Vaya! ¿Crees acaso poder llevarte al más allá aquello con lo que sueñas?"

  A su llegada, el joyero fue presentado al sultán. Este lo honró mucho y le confió la custodia de todos sus tesoros. El anciano médico pidió entonces al sultán que uniera al joyero con la hermosa sirvienta para que el fuego de su nostalgia se apagase por el agua de la unión.

  Durante seis meses, el joyero y la hermosa sirvienta vivieron en el placer y en el gozo. La enferma sanaba y se volvía cada vez más hermosa.

  Un día, el médico preparó una cocción para que el joyero enfermase. Y, bajo el efecto de su enfermedad, este último perdió toda su belleza. Sus mejillas palidecieron y el corazón de la hermosa sirvienta se enfrió en su relación con él. Su amor por él disminuyó así hasta desaparecer completamente.

  Cuando el amor depende de los colores o de los perfumes, no es amor es una vergüenza. Sus más hermosas plumas, para el pavo real, son enemigas. El zorro que va desprevenido pierde la vida a causa de su cola. El elefante pierde la suya por un poco de marfil.

  El joyero decía:

  "Un cazador ha hecho correr mi sangre, como si yo fuese una gacela y él quisiera apoderarse de mi almizcle. Que el que ha hecho eso no crea que no me vengaré."

  Rindió el alma y la sirvienta quedó libre de los tormentos del amor. Pero el amor a lo efímero no es amor.

 

sábado, 3 de agosto de 2013

El camello sobre el tejado. Cuento Sufi.


Burhanuddin Herrmann nos introduce en la esencia de la vía sufí, que está hecha de júbilo y alegría extática, sí, pero también de responsabilidades y elecciones rigurosas; porque, tal como el autor explica, el sufismo exige compromiso, dedicación absoluta y humor contagioso, éxtasis divino y conciencia de nuestro mortal destino, dulzura amorosa y rechazo insobornable de todo tipo de hipocresía. A la mayoría de nosotros, el término sufismo nos remite a imágenes y palabras muy seductoras, como los derviches danzantes o los versos mágicos de Yalal al-Din Rumi. Pero el sufismo es mucho más que un capítulo especialmente «estético» o «artístico» de la mística musulmana. Es una práctica religiosa viva y profunda, una pasión que lo invade todo, una forma de vivir y morir compartida por millones de personas. El mundo de Dios o, dicho con más sencillez, del Uno, del único Dios en todas sus formas y manifestaciones.