viernes, 28 de febrero de 2020

Filosofía y sufismo andaluz

En los primeros tiempos del Islam en Oriente pronto se cultivó la ciencia de la filosofía y la lógica en un clima de tolerancia religiosa e intelectual. En al-Andalus se introdujeron las primeras traducciones al árabe de los filósofos griegos, en especial Aristóteles, y fue surgiendo un pronunciado interés por esta materia que, sin embargo, dependiendo del momento no era bien vista por las rígidas autoridades religiosas. A menudo se prohibió su estudio y se quemaron las obras de Ibn Hazm, del oriental al-Gazali y de Averroes. Los filósofos, sin embargo, sostenían que el intelecto y la razón no estaban en absoluto reñidos con la revelación, y constituían el instrumento más adecuado para alcanzar la verdad. “La filosofía es amiga y hermana de leche de la religión. No contradice a la revelación, sino que la confirma”, afirmaba Averroes.
El propulsor del estudio de la filosofía fue Ibn Masarra, autor del siglo X. Después surgió Ibn Hazm y su contemporáneo malagueño, el hebreo Ibn Gabirol, que profesó una filosofía neoplatónica en su Yambu al-hayat (Libro de la fuente de la vida). El siglo XII vio florecer a Ibn Bayyah (Avempace), y a su discípulo Ibn Tufayl, cuya obra, la ya mencionada Hayy Ibn Yaqzan, tuvo una honda repercusión entre los cristianos.
Pero sin duda, el que más influyó, tanto en el mundo musulmán como en toda Europa, fue Averroes (Ibn Rushd, 1126-1198), de quien se han conservado varias importantes obras. Contemporáneo suyo fue el eminente filósofo judío Maimónides (1135-1204).
No obstante, contra esta corriente racionalista existieron en al-Andalus varios místicos sufíes de la talla de Ibn al-Arif (1088-1141) o Ibn Arabi de Murcia (1165-1240), quienes sostenían aquella tradición profética que reza: “conócete a ti mismo, y conocerás a tu Señor”, pero no desde un punto de vista racional e intelectual, sino puramente intuitivo y místico.