El Sufismo no es diferente del
misticismo de todas las religiones. El misticismo viene de Adán (que la paz se
Allah sea con él) y ha adoptado diferentes formas a lo largo de los siglos: por
ejemplo, el misticismo de Jesús (que la paz se Allah sea con él), de los monjes
ermitaños, y de Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él).
Un río pasa por muchos países y cada uno lo reivindica para sí. Pero sólo hay
un río .
La Verdad no cambia: la gente cambia.
La gente pretende poseer la Verdad y guardársela para sí, manteniéndola fuera
del alcance de los otros. Pero no se puede poseer la Verdad.
El camino del Sufismo es la
eliminación de cualquier intermediario entre el individuo y Dios. La meta es
actuar como una extensión de Dios, no como una barrera.
Ser un derviche es servir y ayudar a
otros, no solamente sentarse y rezar. Ser un verdadero derviche es levantar a
aquellos que han caído, enjuagar las lágrimas de los que sufren y confortar a
los huérfanos y a los que están solos.
Gente diferente tiene capacidades
diferentes. Unos pueden ayudar con sus manos, otros con su lengua, otros con
sus oraciones y otros con sus riquezas.
Puedes llegar allí por ti mismo,
pero éste es el camino más difícil.
Nuestras metas
personales conducen todas al mismo fin: sólo hay una Verdad. Pero, ¿por qué
negar los miles de años de experiencia atesorados por la religión? Estos
ofrecen un caudal de verdadera sabiduría destilada por tantos años de búsqueda,
prueba y error.
Tener sólo media religión es una
gravísima equivocación que te mantendrá alejado de la verdadera fe. Visitar a
alguien que es solamente medio médico es terriblemente peligroso. Un medio
gobernante es un tirano.
Muchos se debaten en el laberinto de
la religión y las diferencias religiosas. Son como perros peleándose por un
hueso, buscando sus propios intereses egoístas. La solución es recordar que hay
sólo un Creador, que nos sostiene a todos. Cuanto más recordemos al Uno, menos
lucharemos.
Un sheikh sufí es como un médico, y
un estudiante cuyo corazón está enfermo. El estudiante acude al sheikh para
curarse.
Un verdadero
sheikh prescribirá una dieta y una medicación determinadas para curar las
enfermedades de cada persona. Si los estudiantes siguen las prescripciones de
su sheikh se curarán. Si no, pueden destruirse a sí mismos. Los pacientes que
emplean de forma errónea las recetas de su médico están llamando a su propia
ruina.
En un nivel más elevado, la relación
entre un sheikh y sus estudiantes es como la de un racimo de uvas y la rama de
la que ésta pende. El sheikh conecta las uvas al árbol, a la savia y a la
fuente de la savia.
Es extremadamente importante
entender bien esta conexión. Es como la que hay entre una bombilla y la
corriente eléctrica. La energía es la misma. Algunos sheikh tienen 20 voltios y
otros 100, pero todos transmiten la misma electricidad.
Los ojos son las ventanas del alma.
Mirando a los estudiantes el maestro los conecta. Puede haber una gran fuerza
en la mirada de un sheikh.
La primera etapa es tener fe. El
primer paso en esta etapa es tener fe en el propio sheikh, la cual se expresa
en el sometimiento a su persona. A través de esa sumisión, tu arrogancia se
transformará en humildad; tu ira y tu agresividad se transmutarán en buen
carácter y suavidad. El primer paso es muy grande.
No todo el que lleva un turbante y
viste túnicas llamativas es un sheikh. Pero una vez que, por voluntad de Allah,
has encontrado a uno verdadero, el primer paso es la sumisión.
El cuestionar y dudar, como tanto se
insiste en Occidente hoy en día, también puede llevar a la Verdad. De hecho hay
algo ciego en someterse sin pensar. Puede que seas mejor buscar, meditarlo
primero y decidir seguir a un sheikh sólo cuando hayas resuelto todas tus dudas
y preguntas.
En nuestra tradición, generalmente
es considerado una gran falta de cortesía cuestionar o dudar de tu sheikh. Sin
embargo, puede ser bueno preguntar si a través de las respuestas tu fe se
vuelve más clara y firme.
Incluso el profeta Abraham preguntó
a Dios: “¿Cómo puedes devolver la vida a los muertos?”. Dios respondió:
“Abraham, ¿no tienes fe en Mí? ¿Dudas de Mí?”. Abraham respondió: “Sí, tengo fe
y Tú sabes lo que hay en mi corazón. Pero sólo quería ver con mis propios
ojos”.
Hay cuatro caminos hacia la fe. El
primero es el camino del conocimiento. Alguien viene a ti y te habla de algo
que nunca has visto. Por ejemplo, mucha gente me había hablado de este país,
pero yo nunca lo había contemplado. Finalmente, tomé un avión y pude verlo con
mis propios ojos desde el aire. Entonces mi fe se hizo más fuerte. Ahora que
estoy aquí mi fe es aún más fuerte. El último nivel sería llegar a ser parte de
este país.
Los cuatro caminos hacia la fe son:
Conocimiento de algo.
Visión de algo.
Estar en algo.
Volverte algo.
Es bueno tener dudas, pero uno no
debería permanecer en la duda. La duda debería llevarte a la Verdad. No te
quedes en las preguntas. La mente también te puede engañar. El conocimiento y
la ciencia pueden engañarte. Existe un estado, que es parte del destino de
algunas personas, en el que los ojos que ven dejan de ver, los oídos que oyen
dejan de oír, y la mente que imagina y considera deja de imaginar y considerar.
El pueblo del profeta Abraham estaba
formado por adoradores de ídolos. Pero él buscaba a Dios. Un día, contemplando
la estrella más brillante del firmamento, dijo: “Tú eres mi Señor”. Entonces
salió la luna y volvió a decir: “Tú eres mi Señor”. Entonces salió el sol, y la
luna y las estrellas desaparecieron. Abraham dijo: “Tú eres más grande; Tú eres
mi Señor”. Pero con la llegada de la noche el sol también desapareció y Abraham
dijo:
“Mi Señor es
Aquel que hace aparecer y desaparecer las cosas generando todas las
transformaciones. Mi Señor es Aquel que está detrás de todo cambio”.
Por medio de este proceso, paso a
paso, se ve cómo el profeta Abraham pasó de la adoración de los ídolos a la
verdadera adoración de Dios, salvando así a su gente de la falsedad.
Ciertamente se puede llegar a la Unidad a través de la multiplicidad.
Los nafs –el yo inferior- se hallan siempre en batalla con el alma.
Esta batalla continuará durante toda la vida. La cuestión es ¿quién educará a
quien? ¿Quién dominará a quién? Si el alma llega a ser el amo, te volverás un
creyente, alguien que abraza la Verdad. Mas si es el “yo inferior” el que
domina al alma serás uno de los que niega la Verdad.
Se dice que un sheikh nunca debería
ser el huésped de un sultán, y que incluso cuando el sheikh visita al sultán,
éste es su huésped. Es decir, el sheikh va a enseñar y a beneficiar al sultán,
no ha recibir nada de él. Incluso un sheikh tiene que guardarse de las
tentaciones del dinero, la fama y el poder.
Hace años, el sultán del Imperio
Otomano empezó a venir a las reuniones de nuestra Orden. El sultán estaba
asombrado con la sabiduría del Sheikh Jerrahi, así como enamorado de la
ceremonia de los derviches.
Después de algunos meses, el sultán
le dijo al sheikh: “En mis visitas aquí, usted y sus derviches me han
impresionado e inspirado de forma extraordinaria. Quisiera apoyarles en lo que
pueda. Por favor, pídame lo que sea”.
Se trataba de una oferta más que
apetecible: carta blanca del gobernador de uno de los mayores imperios de la
tierra.
El sheikh dijo: “Sí, mi sultán,
puede hacer una cosa por mí. Por favor, no vuelva más con nosotros”.
El sultán, extrañado, preguntó: “¿He
hecho algo mal? No conozco todas las reglas de la cortesía sufi, y de veras lo
siento si lo he ofendido”.
“No, No!” El problema no es usted,
sino con mis derviches. Antes de que usted viniera, ellos rezaban y cantaban
los Nombres Divinos sólo por el amor de Allah. Ahora, cuando hacen sus
oraciones y cantos piensan en usted. Piensan en ganar su aprobación, en su
riqueza y en el poder que podrían obtener con ello. No, mi sultán, no es usted
sino nosotros. Me temo que no tenemos la suficiente madurez espiritual para
soportar su presencia aquí. Por eso es por lo que me veo obligado a pedirle que
no vuelva”.
Una vez el sultán iba cabalgando por
las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados. Todos los habitantes
de la ciudad habían salido de sus casas para verle. Al pasar, todo el mundo le
hacía una reverencia. Todos menos un derviche arapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo
que trajeran al derviche ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado
como los demás.
El derviche contestó: “Que toda esa
gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú tienes –
dinero, poder, posición social -. Gracias a Dios esas cosas ya no significan
nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos
esclavos que son tus señores?.
La muchedumbre contuvo la
respiración y el sultán se puso blanco de cólera. “¿Qué quieres decir?”, gritó.
“Mis dos esclavos que son tus
maestros son la ira y la codicia”, dijo el derviche tranquilamente, mirando al
sultán fijamente a los ojos. Dándose
cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el
derviche.
Dios ha dicho: “Yo, al que todos los
mundos son incapaces de abarcar, puedo caber en el corazón de un creyente”.
Realmente Dios no cabe en el corazón humano. Dios no puede ser limitado a
ningún lugar. Pero las expresiones de Dios quepan en los corazones de todos los
hombres. No “somos” parte de Dios porque Dios es indivisible. La humanidad es
Su creación. Dios se expresa en nuestros corazones haciéndonos sus regentes,
sus representantes, su ejemplo visible.
Y así, la
Misericordia de Allah es expresada a través de los pensamientos y acciones de
una persona, la Compasión de Dios a través de otra, la Generosidad de Allah a
través de otra.
Está la esencia de Dios y están sus
atributos. La esencia es incomprensible para nosotros. Podemos empezar por
entender los atributos. De hecho, parte de la educación sufí es comprender esos
atributos dentro de uno mismo.
Allah ha dicho: “Mis siervos me
encontrarán en la forma en que me vean”. Esto no quiere decir que cuando
piensas en Dios como un árbol o una montaña Dios será ese árbol o esa montaña.
Pero si piensas en Dios como misericordioso o lleno de amor, o como colérico y
vengativo, así es como Le encontrarás.
En el Sufismo es lícito hablar de
todos los atributos de Dios.
Finalmente, el
sufí llega a al estado de sumisión y entonces deja de hacer preguntas.
Hay electricidad en todas las
partes, pero si solamente tienes tres bombillas, todo lo que verás son esas
tres bombillas. Tienes que ser consciente de ti mismo. Este es el principio y
la vía. Solamente a través del conocimiento de ti mismo, entenderás ciertos
atributos.
La conexión con
los atributos se logra a través del conocimiento de uno mismo. Exteriormente no
encontrarás nada.
Toda la creación es la manifestación
de Dios. Pero, al igual que ciertas partes de la tierra reciben más luz que
otras, a algunas personas les es dada más luz. Los profetas han recibido el
máximo de luz Divina. Además de la cantidad, está la calidad. Está la cuestión
de qué atributos se manifiestan. Ciertas personas son manifestaciones de
diferentes atributos Divinos. Los profetas manifiestan todos los atributos
Divinos. La luna refleja la luz del sol. El sol es la verdad. La luna es cada
uno de todos los profetas.