lunes, 14 de diciembre de 2020
lunes, 30 de noviembre de 2020
viernes, 27 de noviembre de 2020
domingo, 15 de noviembre de 2020
sábado, 14 de noviembre de 2020
domingo, 1 de noviembre de 2020
sábado, 1 de agosto de 2020
martes, 16 de junio de 2020
miércoles, 10 de junio de 2020
lunes, 8 de junio de 2020
domingo, 7 de junio de 2020
jueves, 28 de mayo de 2020
jueves, 21 de mayo de 2020
domingo, 17 de mayo de 2020
viernes, 15 de mayo de 2020
jueves, 14 de mayo de 2020
martes, 12 de mayo de 2020
lunes, 4 de mayo de 2020
jueves, 2 de abril de 2020
lunes, 23 de marzo de 2020
sábado, 21 de marzo de 2020
Dichos del Imam Ali (La paz de Dios sea con él)
“Quien piensa positivamente de la gente, gana de ésta su amor.”
Imam Alí 🌹
“Apunta a vivir en este mundo sin permitir que el mundo viva dentro de ti, porque cuando un bote se sienta en el agua navega perfectamente, pero cuando el agua entra en el bote, se hunde.”
Imam Ali 🌹
“Un verdadero amigo es aquel que al ver una falta te da consejos y te defiende en tu ausencia.”
Imam Ali 🌹
“No abandones a tu amigo por sospecha y no lo dejes antes de culparlo.”
Imam Ali 🌹
“Las buenas intenciones son los secretos más bellos.”
Imam Ali 🌹
“El oro se prueba con fuego, y el creyente se prueba con adversidades.”
-Imam Ali- 🌹
“El regalo más completo de Dios, es una vida basada en el conocimiento.”
Imam Ali 🌹
“No corras detrás del mundo, deja que el mundo corra detrás de ti.”
Imam Ali 🌹
“Somos los héroes del amor y los compañeros de Mohamed. (swa)”
RUMI 🌹
“La mejor venganza es mejorarte a ti mismo.”
Imam Ali 🌹
“El ayer se fue para siempre y el mañana es incierto.”
-Imam Ali- 🌹
“Hay dos formas de vivir una vida agradable, ya sea en el corazón de alguien o en la oración de alguien.”
Imam Ali 🌹
„Nunca des explicaciones sobre ti a nadie, porque a quien le caigas bien no va a necesitarlas, y a quien le caigas mal, no las va a creer.“
Imam Ali 🌹
“Se te ordenó obedecer a Allah, y fuiste creado para hacer buenas obras.”
-Imam Ali- 🌹
“No hay riqueza como la inteligencia, ni pobreza como la ignorancia; y no hay herencia como los buenos modales.”
Imam Ali 🌹
“Quienquiera que se embellezca desde el interior, Al'lah lo embellecerá en el (aspecto) exterior.”
Imam Ali 🌹
"La mejor obra de un gran hombre es perdonar y olvidar.“
Imam Ali 🌹
"El alimento del cuerpo es la comida, mientras que el alimento del alma, es alimentar a los demás.”
Imam Ali 🌹
“Ayuda a otros, y Dios te ayudará,
Perdona a otros, y Dios te perdonará.”
Imam Ali 🌹
“Seguramente el silencio a veces puede ser la respuesta más elocuente.”
-Imam Ali-🌹
“Hacer centenares de amigos no es un milagro. El milagro es lograr que siquiera un amigo se mantenga en pie a tu lado cuando centenares estén en tu contra.”
Imám Alí 🌹
"A través de la paciencia, se logran grandes cosas".
-Imam Ali- 🌹
"Si Allah te guía a recordarlo, es una señal de que Allah te ama".
-Imam Ali- 🌹
“Confíe en aquellas personas que pueden conocer la razón detrás de estas tres cosas:
Dolor detrás de tu sonrisa
amor detrás de tu ira
y la razón detrás de tu silencio.”
-Imam Ali- 🌹
“Nunca te arrepientas de ser una buena persona, para las personas equivocadas. Porque Alá ama a los que hacen el bien.”
-Imam Ali-🌹
La persona inteligente busca la perfección, y la persona ignorante busca la posesión.
-Imam Ali. (as)🌹
“No es el valor del agua sino la sed, no es el valor de la muerte sino de la vida y no se trata de la amistad sino de la confianza.”
Imam Ali 🌹
"No seas esclavo de los demás cuando Allah te creo libre.“
-Imam Ali- 🌹
lunes, 16 de marzo de 2020
viernes, 28 de febrero de 2020
Filosofía y sufismo andaluz
En
los primeros tiempos del Islam en Oriente pronto se cultivó la ciencia
de la filosofía y la lógica en un clima de tolerancia religiosa e
intelectual. En al-Andalus se introdujeron las primeras traducciones al
árabe de los filósofos griegos, en especial Aristóteles, y fue surgiendo
un pronunciado interés por esta materia que, sin embargo, dependiendo
del momento no era bien vista por las rígidas autoridades religiosas. A
menudo se prohibió su estudio y se quemaron las obras de Ibn Hazm, del
oriental al-Gazali y de Averroes. Los filósofos, sin embargo, sostenían
que el intelecto y la razón no estaban en absoluto reñidos con la
revelación, y constituían el instrumento más adecuado para alcanzar la
verdad. “La filosofía es amiga y hermana de leche de la religión. No
contradice a la revelación, sino que la confirma”, afirmaba Averroes.
El propulsor del estudio de la filosofía fue Ibn Masarra, autor del siglo X. Después surgió Ibn Hazm y su contemporáneo malagueño, el hebreo Ibn Gabirol, que profesó una filosofía neoplatónica en su Yambu al-hayat (Libro de la fuente de la vida). El siglo XII vio florecer a Ibn Bayyah (Avempace), y a su discípulo Ibn Tufayl, cuya obra, la ya mencionada Hayy Ibn Yaqzan, tuvo una honda repercusión entre los cristianos.
Pero sin duda, el que más influyó, tanto en el mundo musulmán como en toda Europa, fue Averroes (Ibn Rushd, 1126-1198), de quien se han conservado varias importantes obras. Contemporáneo suyo fue el eminente filósofo judío Maimónides (1135-1204).
No obstante, contra esta corriente racionalista existieron en al-Andalus varios místicos sufíes de la talla de Ibn al-Arif (1088-1141) o Ibn Arabi de Murcia (1165-1240), quienes sostenían aquella tradición profética que reza: “conócete a ti mismo, y conocerás a tu Señor”, pero no desde un punto de vista racional e intelectual, sino puramente intuitivo y místico.
El propulsor del estudio de la filosofía fue Ibn Masarra, autor del siglo X. Después surgió Ibn Hazm y su contemporáneo malagueño, el hebreo Ibn Gabirol, que profesó una filosofía neoplatónica en su Yambu al-hayat (Libro de la fuente de la vida). El siglo XII vio florecer a Ibn Bayyah (Avempace), y a su discípulo Ibn Tufayl, cuya obra, la ya mencionada Hayy Ibn Yaqzan, tuvo una honda repercusión entre los cristianos.
Pero sin duda, el que más influyó, tanto en el mundo musulmán como en toda Europa, fue Averroes (Ibn Rushd, 1126-1198), de quien se han conservado varias importantes obras. Contemporáneo suyo fue el eminente filósofo judío Maimónides (1135-1204).
No obstante, contra esta corriente racionalista existieron en al-Andalus varios místicos sufíes de la talla de Ibn al-Arif (1088-1141) o Ibn Arabi de Murcia (1165-1240), quienes sostenían aquella tradición profética que reza: “conócete a ti mismo, y conocerás a tu Señor”, pero no desde un punto de vista racional e intelectual, sino puramente intuitivo y místico.
domingo, 12 de enero de 2020
EL SUFISMO por SHEIKH MUZAFFER OZAK al-Yerrahi al-Halveti
El Sufismo no es diferente del
misticismo de todas las religiones. El misticismo viene de Adán (que la paz se
Allah sea con él) y ha adoptado diferentes formas a lo largo de los siglos: por
ejemplo, el misticismo de Jesús (que la paz se Allah sea con él), de los monjes
ermitaños, y de Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él).
Un río pasa por muchos países y cada uno lo reivindica para sí. Pero sólo hay
un río .
La Verdad no cambia: la gente cambia.
La gente pretende poseer la Verdad y guardársela para sí, manteniéndola fuera
del alcance de los otros. Pero no se puede poseer la Verdad.
El camino del Sufismo es la
eliminación de cualquier intermediario entre el individuo y Dios. La meta es
actuar como una extensión de Dios, no como una barrera.
Ser un derviche es servir y ayudar a
otros, no solamente sentarse y rezar. Ser un verdadero derviche es levantar a
aquellos que han caído, enjuagar las lágrimas de los que sufren y confortar a
los huérfanos y a los que están solos.
Gente diferente tiene capacidades
diferentes. Unos pueden ayudar con sus manos, otros con su lengua, otros con
sus oraciones y otros con sus riquezas.
Puedes llegar allí por ti mismo,
pero éste es el camino más difícil.
Nuestras metas
personales conducen todas al mismo fin: sólo hay una Verdad. Pero, ¿por qué
negar los miles de años de experiencia atesorados por la religión? Estos
ofrecen un caudal de verdadera sabiduría destilada por tantos años de búsqueda,
prueba y error.
Tener sólo media religión es una
gravísima equivocación que te mantendrá alejado de la verdadera fe. Visitar a
alguien que es solamente medio médico es terriblemente peligroso. Un medio
gobernante es un tirano.
Muchos se debaten en el laberinto de
la religión y las diferencias religiosas. Son como perros peleándose por un
hueso, buscando sus propios intereses egoístas. La solución es recordar que hay
sólo un Creador, que nos sostiene a todos. Cuanto más recordemos al Uno, menos
lucharemos.
Un sheikh sufí es como un médico, y
un estudiante cuyo corazón está enfermo. El estudiante acude al sheikh para
curarse.
Un verdadero
sheikh prescribirá una dieta y una medicación determinadas para curar las
enfermedades de cada persona. Si los estudiantes siguen las prescripciones de
su sheikh se curarán. Si no, pueden destruirse a sí mismos. Los pacientes que
emplean de forma errónea las recetas de su médico están llamando a su propia
ruina.
En un nivel más elevado, la relación
entre un sheikh y sus estudiantes es como la de un racimo de uvas y la rama de
la que ésta pende. El sheikh conecta las uvas al árbol, a la savia y a la
fuente de la savia.
Es extremadamente importante
entender bien esta conexión. Es como la que hay entre una bombilla y la
corriente eléctrica. La energía es la misma. Algunos sheikh tienen 20 voltios y
otros 100, pero todos transmiten la misma electricidad.
Los ojos son las ventanas del alma.
Mirando a los estudiantes el maestro los conecta. Puede haber una gran fuerza
en la mirada de un sheikh.
La primera etapa es tener fe. El
primer paso en esta etapa es tener fe en el propio sheikh, la cual se expresa
en el sometimiento a su persona. A través de esa sumisión, tu arrogancia se
transformará en humildad; tu ira y tu agresividad se transmutarán en buen
carácter y suavidad. El primer paso es muy grande.
No todo el que lleva un turbante y
viste túnicas llamativas es un sheikh. Pero una vez que, por voluntad de Allah,
has encontrado a uno verdadero, el primer paso es la sumisión.
El cuestionar y dudar, como tanto se
insiste en Occidente hoy en día, también puede llevar a la Verdad. De hecho hay
algo ciego en someterse sin pensar. Puede que seas mejor buscar, meditarlo
primero y decidir seguir a un sheikh sólo cuando hayas resuelto todas tus dudas
y preguntas.
En nuestra tradición, generalmente
es considerado una gran falta de cortesía cuestionar o dudar de tu sheikh. Sin
embargo, puede ser bueno preguntar si a través de las respuestas tu fe se
vuelve más clara y firme.
Incluso el profeta Abraham preguntó
a Dios: “¿Cómo puedes devolver la vida a los muertos?”. Dios respondió:
“Abraham, ¿no tienes fe en Mí? ¿Dudas de Mí?”. Abraham respondió: “Sí, tengo fe
y Tú sabes lo que hay en mi corazón. Pero sólo quería ver con mis propios
ojos”.
Hay cuatro caminos hacia la fe. El
primero es el camino del conocimiento. Alguien viene a ti y te habla de algo
que nunca has visto. Por ejemplo, mucha gente me había hablado de este país,
pero yo nunca lo había contemplado. Finalmente, tomé un avión y pude verlo con
mis propios ojos desde el aire. Entonces mi fe se hizo más fuerte. Ahora que
estoy aquí mi fe es aún más fuerte. El último nivel sería llegar a ser parte de
este país.
Los cuatro caminos hacia la fe son:
Conocimiento de algo.
Visión de algo.
Estar en algo.
Volverte algo.
Es bueno tener dudas, pero uno no
debería permanecer en la duda. La duda debería llevarte a la Verdad. No te
quedes en las preguntas. La mente también te puede engañar. El conocimiento y
la ciencia pueden engañarte. Existe un estado, que es parte del destino de
algunas personas, en el que los ojos que ven dejan de ver, los oídos que oyen
dejan de oír, y la mente que imagina y considera deja de imaginar y considerar.
El pueblo del profeta Abraham estaba
formado por adoradores de ídolos. Pero él buscaba a Dios. Un día, contemplando
la estrella más brillante del firmamento, dijo: “Tú eres mi Señor”. Entonces
salió la luna y volvió a decir: “Tú eres mi Señor”. Entonces salió el sol, y la
luna y las estrellas desaparecieron. Abraham dijo: “Tú eres más grande; Tú eres
mi Señor”. Pero con la llegada de la noche el sol también desapareció y Abraham
dijo:
“Mi Señor es
Aquel que hace aparecer y desaparecer las cosas generando todas las
transformaciones. Mi Señor es Aquel que está detrás de todo cambio”.
Por medio de este proceso, paso a
paso, se ve cómo el profeta Abraham pasó de la adoración de los ídolos a la
verdadera adoración de Dios, salvando así a su gente de la falsedad.
Ciertamente se puede llegar a la Unidad a través de la multiplicidad.
Los nafs –el yo inferior- se hallan siempre en batalla con el alma.
Esta batalla continuará durante toda la vida. La cuestión es ¿quién educará a
quien? ¿Quién dominará a quién? Si el alma llega a ser el amo, te volverás un
creyente, alguien que abraza la Verdad. Mas si es el “yo inferior” el que
domina al alma serás uno de los que niega la Verdad.
Se dice que un sheikh nunca debería
ser el huésped de un sultán, y que incluso cuando el sheikh visita al sultán,
éste es su huésped. Es decir, el sheikh va a enseñar y a beneficiar al sultán,
no ha recibir nada de él. Incluso un sheikh tiene que guardarse de las
tentaciones del dinero, la fama y el poder.
Hace años, el sultán del Imperio
Otomano empezó a venir a las reuniones de nuestra Orden. El sultán estaba
asombrado con la sabiduría del Sheikh Jerrahi, así como enamorado de la
ceremonia de los derviches.
Después de algunos meses, el sultán
le dijo al sheikh: “En mis visitas aquí, usted y sus derviches me han
impresionado e inspirado de forma extraordinaria. Quisiera apoyarles en lo que
pueda. Por favor, pídame lo que sea”.
Se trataba de una oferta más que
apetecible: carta blanca del gobernador de uno de los mayores imperios de la
tierra.
El sheikh dijo: “Sí, mi sultán,
puede hacer una cosa por mí. Por favor, no vuelva más con nosotros”.
El sultán, extrañado, preguntó: “¿He
hecho algo mal? No conozco todas las reglas de la cortesía sufi, y de veras lo
siento si lo he ofendido”.
“No, No!” El problema no es usted,
sino con mis derviches. Antes de que usted viniera, ellos rezaban y cantaban
los Nombres Divinos sólo por el amor de Allah. Ahora, cuando hacen sus
oraciones y cantos piensan en usted. Piensan en ganar su aprobación, en su
riqueza y en el poder que podrían obtener con ello. No, mi sultán, no es usted
sino nosotros. Me temo que no tenemos la suficiente madurez espiritual para
soportar su presencia aquí. Por eso es por lo que me veo obligado a pedirle que
no vuelva”.
Una vez el sultán iba cabalgando por
las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados. Todos los habitantes
de la ciudad habían salido de sus casas para verle. Al pasar, todo el mundo le
hacía una reverencia. Todos menos un derviche arapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo
que trajeran al derviche ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado
como los demás.
El derviche contestó: “Que toda esa
gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú tienes –
dinero, poder, posición social -. Gracias a Dios esas cosas ya no significan
nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos
esclavos que son tus señores?.
La muchedumbre contuvo la
respiración y el sultán se puso blanco de cólera. “¿Qué quieres decir?”, gritó.
“Mis dos esclavos que son tus
maestros son la ira y la codicia”, dijo el derviche tranquilamente, mirando al
sultán fijamente a los ojos. Dándose
cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el
derviche.
Dios ha dicho: “Yo, al que todos los
mundos son incapaces de abarcar, puedo caber en el corazón de un creyente”.
Realmente Dios no cabe en el corazón humano. Dios no puede ser limitado a
ningún lugar. Pero las expresiones de Dios quepan en los corazones de todos los
hombres. No “somos” parte de Dios porque Dios es indivisible. La humanidad es
Su creación. Dios se expresa en nuestros corazones haciéndonos sus regentes,
sus representantes, su ejemplo visible.
Y así, la
Misericordia de Allah es expresada a través de los pensamientos y acciones de
una persona, la Compasión de Dios a través de otra, la Generosidad de Allah a
través de otra.
Está la esencia de Dios y están sus
atributos. La esencia es incomprensible para nosotros. Podemos empezar por
entender los atributos. De hecho, parte de la educación sufí es comprender esos
atributos dentro de uno mismo.
Allah ha dicho: “Mis siervos me
encontrarán en la forma en que me vean”. Esto no quiere decir que cuando
piensas en Dios como un árbol o una montaña Dios será ese árbol o esa montaña.
Pero si piensas en Dios como misericordioso o lleno de amor, o como colérico y
vengativo, así es como Le encontrarás.
En el Sufismo es lícito hablar de
todos los atributos de Dios.
Finalmente, el
sufí llega a al estado de sumisión y entonces deja de hacer preguntas.
Hay electricidad en todas las
partes, pero si solamente tienes tres bombillas, todo lo que verás son esas
tres bombillas. Tienes que ser consciente de ti mismo. Este es el principio y
la vía. Solamente a través del conocimiento de ti mismo, entenderás ciertos
atributos.
La conexión con
los atributos se logra a través del conocimiento de uno mismo. Exteriormente no
encontrarás nada.
Toda la creación es la manifestación
de Dios. Pero, al igual que ciertas partes de la tierra reciben más luz que
otras, a algunas personas les es dada más luz. Los profetas han recibido el
máximo de luz Divina. Además de la cantidad, está la calidad. Está la cuestión
de qué atributos se manifiestan. Ciertas personas son manifestaciones de
diferentes atributos Divinos. Los profetas manifiestan todos los atributos
Divinos. La luna refleja la luz del sol. El sol es la verdad. La luna es cada
uno de todos los profetas.
EL AMOR ES EL VINO, por SHEIKH MUZAFFER OZAK al-Yerrahi al-Halveti
Conocí a Sheikh Muzaffer (que Allah
tenga misericordia de él) en Abril de 1980. El Instituto de Psicología que yo
había fundado años atrás le había invitado a él y a sus derviches a ser
huéspedes de la Escuela durante su estancia en California. Como dos de los
profesores se habían hecho cargo de la organización, yo no tuve contacto con
los derviches hasta que éstos llegaron.
Estaba sentado en mi oficina
hablando por teléfono, cuando pasó un hombre imponente y fornido. Me echó una
mirada y siguió adelante sin ni siquiera interrumpir su paso. En el momento en
que me miró, el tiempo pareció detenerse. Sentí como si, al instante, él ya
supiera todo sobre mí, como si todos los datos de mi vida fuesen leídos y
procesados en una computadora de alta velocidad en una fracción de segundo.
Tuve la sensación de que él conocía
todo lo que me había llevado a sentarme en aquel despacho e incluso a hacer
aquella llamada telefónica, y que sabía todo lo que iba a salir de allí.
Una voz dentro de mí dijo:
“Realmente espero que este sea el sheikh. Porque si es sólo uno de sus
derviches, no creo que pueda asimilar el encuentro con su sheikh"”
Al rato, salí a saludar al sheikh y
a sus derviches y para darles la bienvenida en nombre de la escuela. Como
esperaba, el hombre que había visto al principio era Sheikh Muzaffer Efendi. En
su presencia sentí una mezcla de gran poder y sabiduría por un lado y un hondo honor
y compasión por otro. El poder que emanaba de él hubiera resultado casi
insoportable si no hubiera sido por el amor –igualmente fuerte- que irradiaba.
Tenía la poderosa complexión de un
luchador turco. Sus manos eran enormes, las más grandes que he visto jamás. Su
voz era un bajo profundo y sonoro, la voz más rica y honda que he escuchado
nunca fuera de una ópera. Su cara era extremadamente móvil. Si en un momento
dado parecía severo y serio, al momento siguiente se transformaba en la
quintaesencia del narrador de historias cómicas. Sus ojos eran claros y
penetrantes –a veces fieros como los de un halcón, a veces amorosos y
chispeantes, llenos de humor.
Aquella tarde, a la hora de cenar,
Efendi me invitó a sentarme con él. Después de la cena, contó dos historias de
instrucción Sufí.
Al oírle hablar,
comprendí que todos los libros que había leído sobre Sufismo no habían ni
siquiera empezado a transmitir el poder de esa técnica de enseñanza. Leer
colecciones de historias inconexas, sacadas de su contexto, no era nada en
comparación con escuchar a un maestro sufí en persona. Si la primera historia
pareció abrir mi interior, la segunda me hizo comprender.
Cuando Efendi hubo terminado, noté
de pronto que la habitación estaba llena de gente, de derviches y de mis
propios estudiantes. Mientras había estado contando las historias, me había
parecido que se había estado dirigiendo sólo a mí, así que no tenía conciencia
de que hubiera alguien más en la habitación.
La primera historia es la siguiente:
Un día un hombre le prestó dinero a
un viejo amigo. Unos meses más tarde, sintió que necesitaba su dinero, así que
fue a casa de su amigo, que vivía en una ciudad próxima, para pedirle que le
devolviese el préstamo. La esposa de su amigo le dijo que su marido había ido a
visitar a alguien al otro lado de la ciudad. Le dio al visitante unas
direcciones y éste se fue a buscar al deudor.
De camino, pasó al lado de una
procesión fúnebre. Como no tenía prisa alguna, decidió unirse a la procesión y
ofrecer una oración por el alma del muerto.
El cementerio de la ciudad era muy
viejo. Al tiempo que se excavaba una tumba nueva, se exhumaban algunas de las
antiguas.
Al lado de la
tumba nueva, el hombre vió a su lado una calavera recién desenterrada. Entre
los dos dientes delanteros de dicha calavera había una lenteja. Sin pensar en
lo que hacía, el hombre tomó la lenteja y se la metió en la boca.
Justo entonces, un hombre sin edad
definida y con barba blanca se le acercó y le preguntó: “¿Sabes porque estás
aquí hoy?”
“Pues claro,
estoy en esta ciudad para ver a un amigo mío”.
“No. Estabas
aquí para comerte esa lenteja. Ves, esa lenteja estaba destinada para ti, no
para el hombre que murió hace algún tiempo y que no pudo tragársela. Estaba
destinada para ti y ha ti ha llegado”.
Efendi comentó: “Esto ocurre así con
todas las cosas. Dios provee tu sustento. Sea lo que sea que esté destinado
para ti, no dudes que te llegará”.
Entonces contó la segunda historia.
Había una vez en Estambul un hombre
muy rico que un año decidió monopolizar todo el arroz del mercado. Una vez que
los granjeros hubieron terminado la cosecha, envió a sus sirvientes a las
puertas de la ciudad. Allí compraron el arroz de los campesinos y lo
transportaron a los almacenes que había alquilado su señor.
Ni un grano de
la cosecha de arroz de aquél año consiguió llegar al mercado. El hombre rico se
imaginaba que podría ganar una fortuna con su monopolio.
Una vez guardado todo el arroz,
nuestro hombre decidió visitar los almacenes. El grano era almacenado de acuerdo
con su tipo y calidad. El más refinado se guardaba en una esquina de la última
nave. Esta era la mejor variedad: había sido plantada en el mejor suelo y había
recibido la cantidad óptima de sol y agua. Cuando el hombre vió este arroz,
cuyos granos eran dos veces más grandes que los normales, decidió llevarse
algunos a casa para la cena.
Aquella noche, su cocinero le
agasajó con un plato de aquel arroz maravilloso, excelentemente cocinado con
mantequilla y especias. Pero nada más tomar la primera cucharada, el arroz se
le atascó en la garganta. No podía ni tragarlo ni escupirlo.
Probaron extraérselo de mil formas,
pero todo fue en vano.
Finalmente,
llamaron al médico de la familia. El doctor hurgó y empujó todo lo que pudo,
pero no consiguió desatascar el arroz. Al fin, dijo: “Me temo que hará falta
realizar una traqueotomía. Es una operación simple. Le abriremos la garganta y
sacaremos el arroz directamente”.
Al hombre le espantaba la sola idea
de que le cortaran la garganta, así que decidió consultar a un
otorrinolaringólogo. Desgraciadamente, el especialista le recomendó la misma
operación.
Entonces el hombre se acordó del
sheikh sufí que había sido el consejero espiritual de la familia durante años y
que tenía fama de tener poderes curativos. El sheikh le dijo: “Sí, sé como
puedes curar tu mal, pero tienes que hacer exactamente lo que te diga. Mañana
toma un avión y vete a San Francisco. Toma un taxi y ve al Hotel St.Francis,
sube a la habitación 301, gira a tu izquierda y las cosas se resolverán”. Por la reputación del sheikh y también
porque hubiera hecho cualquier cosa con tal de que ni le cortasen la garganta,
nuestro hombre se embarcó con destino a San Francisco.
Se sentía terriblemente incómodo con
el arroz atascado en la garganta. Le resultaba difícil respirar y apenas podía
tragar un poco de agua de vez en cuando.
Una vez en san Francisco, el hombre
se fue de inmediato al Hotel St.Francis y subió a la habitación 301. Hasta aquí
todo iba bien. Por lo menos el hotel y la habitación que el sheikh había
especificado estaban allí.
Llamó a la puerta, que estaba
entornada, y esta se abrió un poco. Al asomarse, vió a un hombre dormido en la
cama, roncando suavemente. De pronto, el hombre rico estornudó. Con aquel
estornudo, el arroz fue expulsado de su boca y fue a parar a la boca del hombre
que dormía, quien lo tragó automáticamente, mientras se despertaba.
Al abrir los ojos, el huésped del
hotel reclamó en turco: “¿Qué sucede? ¿Quién es usted?”. Maravillado al
encontrarse un compatriota en San Francisco, el hombre rico le contó toda la
historia. Ambos estaban maravillados por lo que había ocurrido. Al fin, resultó
que el hombre no sólo era de Estambul, sino que también vivía en el mismo
barrio que el hombre rico.
Cuando volvió a casa, el hombre rico
fue inmediatamente a visitar al sheikh. Este le explicó que el arroz que había
tratado de comer no estaba destinado para él, sino para la persona que
finalmente lo había tragado. Por eso se había atascado en su garganta: porque
aquel arroz no formaba parte de su destino.
La única
solución era hacerlo llegar a la persona para la que realmente estaba
destinado.
Al fin, el sheikh recalcó con
énfasis: “Recuerda, cualquier cosa que este destinada para ti te llegará. Y
cualquier cosa que esté destinada para otros forzosamente les llegará también”.
El hombre rico regresó a su casa,
pensó largamente sobre su experiencia y sobre lo que el sheikh había dicho. A
la mañana siguiente, ordenó que abrieran sus almacenes y que distribuyeran todo
el arroz entre los pobres de Estambul.
Efendi añadió: “Esto es cierto. Lo
que está destinado para ti,y esto incluye tanto beneficios materiales como
espirituales, tiene necesariamente que llegarte. Puede que tenga que recorrer
todo el camino desde Estambul a San Francisco, e incluso dar un rodeo más
amplio, pero al fin te llegará”.
Aquella noche, ya en mi casa, pensé
mucho en las historias y en lo que Sheikh Muzaffer había dicho. Reflexioné
acerca de cuán duramente me empujaba a mi mismo y cuántas veces me preocupaba
por el fracaso. Me di cuenta de que, muy probablemente, trabajaría igualmente
duro y de forma mucho más feliz y eficaz, si confiara en que todo lo que está
destinado para mí terminará sin duda por llegarme.
Al otro día, al ver a Efendi, le
conté lo poderosamente que me habían afectado las historias de la noche
anterior. Le dije que si tan sólo pudiera recordar las historias de la noche
anterior, mi vida sería muy distinta.
Me miró profunda
y fijamente y dijo. “Nunca las olvidarás”.
Lo que dijo era cierto. Aunque recuerdo
muchas de las historias que le oí contar, aquellas dos permanecen especialmente
nítidas en mi memoria. Es como si cada detalle estuviese grabado en mi mente.
Lo que yo dije también era verdad.
Desde entonces, he experimentado un sentido de confianza y seguridad que nunca
había tenido antes. Al menos he saboreado la verdad de que Allah nos provee a
todos mucho mejor y con mucha mayor generosidad de lo que normalmente
imaginamos.
Casi la mitad de esta colección de
charlas e historias están tomadas de las dos visitas de Efendi a California. En
estas visitas, la mayor parte de la audiencia consistía en estudiantes de
psicología interesados en temas espirituales. En algunas materias, como el
capítulo de los sueños, Efendi entra en más detalles de lo que nunca haya
escuchado o leído en otra parte.
La otra mitad de esta colección
procede de charlas que otros y yo grabamos durante las frecuentes visitas de
Efendi a Nueva York. Tuve la fortuna de escuchar a Efendi dos veces al año, en
primavera y otoño, desde 1981 hasta su muerte en 1985. Su audiencia en aquellas
charlas estaba formada por derviches americanos que estaban aprendiendo las dos
cosas: Sufismo e Islam.
Las enseñanzas e historias
contenidas en este libro son únicas.
Se trata del
pensamiento Sufí presentado a una audiencia americana por un maestro sufí en
toda regla. No se trata ni de un tratado erudito sobre sufismo ni de una
colección de historias y escritos encerrada dentro de una antigua tradición
religiosa y cultural de Oriente Medio que pocos lectores occidentales ni
siquiera pueden empezar a comprender. Estas enseñanzas proceden de la tradición
viva del Sufismo que han sido adaptadas y orientadas a los modernos
occidentales.
Sheikh Muzaffer Ozak era la cabeza
de la Orden Halveti-Jerrahi, una rama de trescientos años de edad, de una de
las más grandes órdenes sufíes. En Turquía estaba considerado como uno de los
pocos grandes sheikhs, o maestros sufíes, vivos. Efendi se hallaba
extraordinariamente capacitado para transmitir la riqueza de la tradición sufi
íntegra al Occidente. Comprendía a los occidentales como casi ningún maestro
sufí anterior. Su librería religiosa es Estambul atraía a cientos de buscadores
occidentales que visitaban Turquía. Efendi realizó más de veinte viajes a
Europa y a los Estados Unidos, quedándose a menudo uno o dos meses seguidos. En
sus viajes, inició a cientos de americanos y europeos en la Orden Halveti.
Interpretaba sus sueños y respondía a sus preguntas sobre cualquier tema, desde
teología y misticismo al matrimonio y cómo ganarse la vida.
Estas enseñanzas han afectado mi
vida profundamente, desde el mismo momento en que conocí a Efendi. He editado y
compilado sus charlas porque su deseo era que sus enseñanzas se divulgasen a
una audiencia lo más amplia posible. Espero que te conmuevan y afecten tu vida
tanto como lo hicieron con la mía.
Estoy profundamente agradecido al
Sheikh Tosun Bayrak, que fue designado por Efendi como mi guía en este camino
de la Verdad. El me ha inspirado y animado a editar este libro. En realidad,
éste no hubiera sido posible sin sus sensibles y sofisticadas traducciones de
las charlas de Efendi.
Sheihk Tosun Bayrak y yo fuimos
bendecidos con la buena fortuna de editar el borrador final del manuscrito en
la Ciudad Santa de Medina, hogar y el lugar del último descanso del Profeta
Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él).
La vida del
Profeta, con sus incontables e inestimables ejemplos de guía y enseñanza, ha
siempre constituido, para todos los derviches desde el comienzo del Sufismo
hasta nuestros días, un modelo de la cumbre de la realización humana.
La Ciudad de
Medina está impregnada de la presencia del Profeta. Rezo para que su luz brille
a través de estos escritos y mueva los corazones de todos los que lean este
libro.
En las tradiciones lingüísticas
turca y árabe, los nombres de los profetas y santos siempre se hallan seguidos
de una frase honorífica. Se considera descortés e irrespetuoso decir “Jesús” o
“Moisés” como si estuvieras hablando de tu vecino de enfrente. Sin embargo,
viendo que estas frases formales pueden parecer extrañas e incómodas a los
lectores occidentales, he incluido la
frase honorífica tan sólo después de la primera mención de cada nombre en un
capítulo o historias dados. Así, en el texto encontrarás “Muhammad (Que la paz
y las bendiciones de Allah sean con él).
Otros grandes mensajeros de Dios son
Abraham, Moisés y Jesús, cuyos nombres son seguidos de “Que la paz de Allah sea
con él”.
Los nombres de los compañeros y la
familia del Profeta se hallan seguidos de “Que Allah esté complacido con él o
ella”.
Los nombres de grandes santos sufíes
van seguidos de “Que su alma sea santificada”.
Los nombres de los maestros sufis
fallecidos están seguidos de “Que Allah tenga misericordia de él o ella”.
El editor desea expresar su profunda
gratitud a Nuriya Jans, cuyas transcripciones de las charlas de Efendi y su
labor de transformar notas dispersas en un manuscrito único han hecho posible
este libro. También estoy muy agradecido a Nuran Reis, cuya ayuda fue
inestimable a la hora de preparar el manuscrito, así como a Moussa Keller y a
otros muchos derviches y estudiantes que leyeron e hicieron comentarios sobre
el manuscrito.
Finalmente, me
gustaría dar las gracias a mi editor, Kabir Helminski, cuyo apoyo ha sido
inestimable desde el principio.
Cualquier error o inexactitud en
este libro se deben a la ignorancia y descuido del editor.
Sheikh
Ragip Frager Medina
de la Orden
Halveti-Jerrahi Rajab 18, 1407 A.H. (18 de Marzo
de 1987)
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