Libre de la sucesión de las estaciones. Libre de las alegrías y las penas. Libre de los apegos mundanos. Y, por encima de todo, libre de la cadena de los instantes.
Pero seguía ignorando por qué estaba condenado a ese desierto, a esa angustia.
Pero seguía ignorando por qué estaba condenado a ese desierto, a esa angustia.
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